martes, 13 de enero de 2009

aLwaYS muSiC!

Cuando era pequeño y mi madre se empeñó en que, por tradición familiar, empezara a dar clases de piano y solfeo, creo recordar que aquel asunto de la música por obligación no me inspiró precisamente ilusión.

De hecho no tenía nada claro qué tipo de música iba a tocar, porque por un lado tenía la influencia por parte de madre de un disco de Ray Charles con el que crecí y con el que mi madre, sin mucho éxito, intentó enseñarme a bailar rock&roll; y la música clásica, no muy tolerable por aquel entonces, más por rebeldía que por opinión propia (hablo de la rebeldía que se puede tener cuando uno tiene cinco años), y de la que solamente sabía dos cosas:
  • que me gustaba escuchar a mi madre canturrear por casa arias de óperas, sonatas, sinfonías y demás, lo cual es un punto positivo;
  • y que estaba hecha por gente que, a pesar de llevar muerta siglos, seguía grabando discos, lo que era un punto más que positivo
Por otro tenía la influencia de mi padre, oriundo de Egipto, con menos oído que una piedra pómez y un solo disco en casa en formato vinilo de Om Kalthoum (o como se escriba en nuestro alfabeto), a.k.a. la diva del delta del Nilo (personalmente, no la recomiendo).

Veintipico años después (oh my god), no sólo le tengo que dar las gracias, sino que por lo menos le debo una ola de esas que se hacen en estadios de fútbol enormes con el aforo completo.

Desafortunadamente para mi madre, el gozo de tener un hijo pianista acabó en un pozo ya que, a pesar de que el solfeo se me daba bastante bien y aparte de las orejas también tengo oído, lo cual me permitía tocar partituras y demás, nunca pude ver el piano como algo distinto de una caja de madera con cosas blancas y negras que hay que pulsar para que aquello emita algún tipo de sonido, lo que jamás me permitió improvisar nada, que en realidad es lo bonito de todo esto.

En esto de la música, como en casi todo, yo creo que es cuestión de encontrar el instrumento para el que estás hecho. Así por ejemplo, la primera vez que me subí a una batería, sí que pude tocar alguna cosa sin tener previa idea, lo que en mi opinión, constituye una buena señal.

De todas formas, el instrumento que más me ha maravillado siempre es la voz, y por consiguiente las personas que, valiéndose solamente de sí mismas, son capaces de hacer cosas como estas:

Ella Fitzgerald:



Bobby McFerrin, que es un animalito con una voz con el rango de un piano:


Y lo que ayuda esto cuando uno tiene que currar. Si se consigue escuchar sin mirar, claro.

No hay comentarios: