jueves, 29 de octubre de 2009

lunes, 19 de octubre de 2009

sON mIs vEcINoS (i)

Al lado del portal donde vivo hay un supermercado. Y a las puertas de ese supermercado, hay un mendigo. Tipo listo él, y sin duda toda una autoridad en teoría de conjuntos, ya que antes de elegir sentarse en posición flor de loto delante de la farmacia o de la óptica que también están cerca del portal donde vivo elige el supermercado, más que nada porque las personas que están pachuchas o las que no ven un carajo son un subconjunto de las que tienen hambre.

Sus orígenes son más bien indeterminados, pero a ojo de buen miope diría que ha llegado a Suiza procedente de uno de aquél vasto y desconocido para mí y para muchos conjunto de países al este y sureste de Alemania que, por estar al este, se les conoce como "el Este".
Pero según la clasificación racial española, país caracterizado por la larga y reciente tradición inmigrante, y también por su anchura de miras en cuanto a ella misma, en la que los asiáticos son siempre chinos, los africanos negros, los que tienen una piel un poco más oscura de lo normal moros, los que la tienen más clara guiris, los que son gilipollas mongolos, y lo demás se reparte entre español (raza auténtica donde las haya) y rumano, éste sería rumano.

Al principio no sabía nada de él, ni tan siquiera su nombre (bueno, ahora tampoco), tan sólo que me pedía dinero y me ponía cara de pena que, casualmente son dos cosas que me tocan mucho los cojones. "Mala combinación, amigo", le dije en silencio, dedicándole un pensamiento.
Intentaba evitar mirarle cuando pasaba a su lado o cerca de él, más que nada por evitar que viera mi cara de mala hostia, porque el pobre a mí nada me había hecho, y él aprovechaba los 0.3 segundos de mi presencia a su lado para dedicarme un "messieur-si'l-vous-plait-donne-moi-une-monai-j'ai-faim-j'ai-tout-mal...", así, todo seguido, con tono plano y sin apenas respirar.

Nuestra relación de limosna-odio siguió así durante un tiempo, hasta que un día la magia ocurrió. Venía de trabajar a casa y le dediqué mi habitual "bonjour" con cara de mala hostia. Seguí andando y, al mirarle otra vez, me di cuenta de que tenía una expresión extraña en la cara, a la que le sucedió el contacto visual, y su mano empezó a señalar un punto en el suelo. Me giré y vi que se me había caído un gorro que llevaba bajo un brazo con más cosas, me giré y fui a cogerlo mientras me daba cuenta de que la expresión extraña en su rostro se debía a que el tipo no sabía si decirme que se me había caído el gorro o callarse para luego ir a por él. Qué cuco el tío.
Le dije gracias y, más tarde, cuando bajé al supermercado a comprar cuatro cosas, accedí a su chantaje y le dejé un par de monedillas en un vaso blanco de plástico que siempre lleva, de esos que tu madre sacaba cuando era tu cumpleaños e invitabas a tus amigos a casa, o también de esos que hacen que se te corte el cuerpo cuando los lleva un colega a un botellón.
Lo bueno es que a partir de este instante temporal, parece que los dos firmamos en secreto y con tinta invisible un acuerdo tácito por el que:
- la primera parte contratante, esto es, yo, le dedicaría una sonrisa y un "bonjour" todos los días que le viera al dirigirme a mi domicilio excepto, claro está, causas mayores;
- la segunda parte contratante, esto es, él, se limitaría a dirigirme la palabra solamente para responder al "bonjour" con otro "bonjour" y eventualmente otra sonrisa, sin soltar la parrafada anterior ni poner cara de pena.

Así que ahora nos llevamos bien y, si no hay mucho trasiego a la entrada del supermercado y le da tiempo, entre parrafada y parrafada a transeúntes sin nombre, a coger aire, nos decimos buenos días como buenos vecinos.

lunes, 12 de octubre de 2009

Me JUrO...

... que nunca más beberé cerveza del circuito de bares alternativos de Ginebra, pero siempre vuelvo a caer, oiga. Que alguien bendiga al Gelocatil.

jueves, 1 de octubre de 2009

Tagged, y SuS mUeRTOS

No paran de llegarme correos basura de un tal señor Tagged, tras el que me temo hay un(otra) red social, a la que jamás, y repito, JAMÁS me apunté.
Incluyo pantallazo ilustrativo:


Bien, señor Tagged:
1. Ya sé que no tengo foto de perfil, más que nada porque ni siquiera tengo perfil;
2. No creo que tenga un mensaje, ni tampoco un comentario, y mucho menos que alguien haya visto mi perfil, más que nada porque, y repito, NO TENGO (le remito al punto 1);
3. Tampoco me interesan sus ofertas de oro, fichas de póker por la patilla, ni trabajos en la mafia, por muy atractivo que pueda parecer;
4. Y tampoco quiero conocer a Anita de Berna. Pese a parecer que tenga unos ojos muy bonitos, ese combinado de lencería rosa con la piel de cuero color marrón-caquilla me echa un poco para atrás.

Así que sin más asuntos que tratar por mi parte, le ruego se meta sus mails por su orificio corporal favorito y me deje en paz, que tengo cosas más importantes que hacer.