lunes, 16 de marzo de 2009

Lo RanCiO sE LLEvA

Hoy ha venido alguien a mi despacho y nos ha pedido a Olaf y a mí un destornillador. Yo tenía uno chiquitillo, y más bien inservible, más que nada porque la punta con forma de estrella no es punta ya, sino más bien una especie de mini-muñón, ni tampoco tiene forma de estrella.

Así que Olaf, del que ya hablé un poco en su día, ha dicho que iba a sacar su caja de herramientas de los "old days". A ver, para que os hagáis una idea, al abrir la caja (que era para verla, el término "vintage" se queda corto) me ha venido un hedor parecido al que uno percibe cuando uno se olvida de vaciar la nevera antes de irse de vacaciones por dos semanas y al volver la abre y dice: "Je je, pues va a ser cierto eso de que la materia ni se crea ni se destruye, sino que simplemente se transforma".

Qué mal rato, amigos. La peste nos ha invadido la oficina en cuestión de segundos, y he tenido que abrir la ventana para respirar otra vez. Y mi compi ni siquiera ha llegado a arrugar la nariz. Flipante.

Pero dejando a un lado sensibilidades de pituitarias, la gran pregunta es:
¿tienen los destornilladores fecha de caducidad? ¿Tienen los holandeses inmunidad a olores rancios, por decir algo, debido a que llevan toda la vida conviviendo con quesos del tamaño de la rueda de un tractor?

Qué misterios nos ofrece la vida con el día a día...

PD. Vale, dos preguntas.

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