sábado, 7 de marzo de 2009

apROveChAnDO La AceLgA

La redacción de LooKiNG fOrWaRD PapAS bRavAS se ha sorprendido una vez más no ya por los numeros e-mails que sus fieles seguidores han enviado demandando fotos en pelotas o en actitud sexy de su principal y único redactor (esto viene siendo habitual desde hace unos meses), sino por las peticiones cada vez más numerosas de que publique un post sobre cocina.

Aquellos que me conocen un poco saben (o deberían saber) que lo de la cocina no sé me da mal del todo, así que el momento ha llegado, amigos.
He ido a comprar a Francia con mi nuevo compi de piso y he visto un manojo de acelgas enorme: ahí, tiernecito, frondoso, con un color verde fuerte, vital... lo más bonito que he visto en todo el día, coño.
No he podido evitarlo, las he cogido antes de que me las quitaran de las manos. Así, sin más, sin pensar (yo es que soy así de impetuoso). Me he emocionao.
Y, ¿qué haces cuando te compras el manojo de acelgas de la vida? Efectivamente, muy buena pregunta. Seguro que muchos de vosotros no sabeis ni qué pinta tienen, incluso puede que tengais dificultad pronunciando la palabra (para arreglar este problema, os sugiero la serie de cuadernillos Michu, la del gato ese cutre).

Ahí van dos sugerencias:

1. Se separan los tallos de las hojas con un golpe seco de cuchillo afilado. No se os ocurra usar tijeras ni los dientes, por Dios. A mí me gusta personalmente levantar bastante el brazo con el arma en cuestión y soltar un grito en plan samurai a la par que doy el tajo a la planta, pero que no se os olvide apartar la otra mano: quizás sea un capricho, pero personalmente, me gusta tener exactamente el mismo número de partes en el cuerpo antes y después de cocinar.

2. Con los tallos. Qué, pensabais que los tallos de las acelgas están de adorno, ¿a que sí? Esas cosas blanquecinas, que no terminan de ser blanditas ni duras tampoco, ¿eh? Nada más lejos de la realidad, amigos. Lo que hay que hacer es hervirlos un poco, pero no del todo, porque si no se quedan demasiado blandos y es un asco. Una vez que están medio hervidos, se sacan del agua y se envuelven con una loncha de queso y otra de jamón york, aunque supongo que serrano también vale. Cuando tenemos ya el canutillo liao, que bien pensado no es un canutillo porque los tallos son más bien planos, se sumergen en huevo batido y después en harina, o al revés (de esto nunca me acuerdo, pero he probado de las dos formas y la verdad es que da un poco igual). Por último, se fríen a fuego lento y cuando estén doraditos... ñam!!!

3. Con las hojillas. Tenemos dos opciones: bien hacer una salsita para el plato anterior con los tallos, o bien dejarlas para hacer algo completamente diferente.

3.1. Si teneis más suerte que yo, que en la cocina tengo de todo menos batidora (esto incluye peso milimétrico y las cosas estas que se utilizan para batir huevos pero que no trituran nada de nada), las podéis triturar y añadir un poquito de sal y aceite de oliva. La idea es servir los tallitos de antes en un plato con un poco de salsa de esta por encima. Quedáis como reyes, os lo digo yo.

3.2. Arroz con acelgas. Esto está cojonudo, amigos. Vegetarianamente cojonudo, eso sí. Pero ya llevo un rato hablando de comida y la verdad es que no tengo más ganas, ni el plato me sale especialmente bien, para ser sincero.

¡Así que a disfrutar con los tronquitos!

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