viernes, 20 de junio de 2008

pAJaS mEnTaLes



Antes de que existieran poderosas herramientas matemáticas como el Cálculo Infinitesimal o la Eurocalculadora, a los científicos no les quedaba otra que basarse en la observación de la realidad para intuír teorías con un orden matemático subyacente con las que poder explicar, y en última instancia predecir, fenómenos naturales.
Así, un ejemplo lo tendríamos en Sir Isaac Newton que, aunque fue uno de los iniciadores del análisis matemático moderno, se basó en las observaciones de las órbitas de planetas para formular su teoría de la gravitación universal, que básicamente dice que:
  • los cuerpos con masa se atraen siempre (como en la vida misma),
  • que esta atracción es proporcional al producto de sus masas,
  • y que es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que hay entre ellos.
De aquí sacamos dos conclusiones:
  • que estando a la misma distancia, un estropajo Nanas y un chorizo de Cantimpalo se atraerían menos que cuerpos absurdos más masivos, como Yola Berrocal y Camilo Sesto;
  • y que si a una distancia de x el estropajo y el chorizo (o Yola y Camilo, como gusten ustedes) se atraen con una fuerza F, al doble de esa distancia, 2x, éstos lo harán con una fuerza de F/4 (un cuarto, como el de pollo, vamos).
Hasta aquí bien, ¿no? Bueno, dejando a un lado la historia de la musa en forma manzana que inspiró a Sir Isaac (historia totalmente falsa, por cierto), el tío se dejó los cuernos hasta que las observaciones que había tomado le encajaron con una expresión matemática que se puede usar hasta para predecir órbitas planetarias con asombrosa precisión.
Ni por asomo me atrevería a compararme con Sir Isaac, porque para empezar tiene un nombre más guay que el mío, y eso vende (recordad que se pronuncia Áisaac, abriendo mucho la boca), y para terminar era un puto genio, y yo tengo suerte si no me tropiezo con los cordones de las zapatillas. Pero basándome en observaciones uno también puede establecer sus propias teorías.
Y la mía es la siguiente: estoy convencido de que la probabilidad de acertar en la previsión del tiempo en un punto es directamente proporcional a la distancia que exista entre ese punto y Ginebra. Esto viene a decir que:
  • existe, aunque sé que alguno se va a reír, la posibilidad de acertar en la previsión del tiempo (el hombre del tiempo de la primera desde que me comía los mocos, Jose Antonio Maldonado, lo consigue a veces);
  • y que si estando en Móstoles digo, basándome en el tiempo que hace en ese momento allí, que mañana llueve, tendré más probabilidad de acertar que haciendo una predicción del estilo por aquí.
Total, que no es de extrañar que te vayas en chanclas a trabajar con un solazo a las 8 y pico de la mañana y tengas que volver en hovercraft por la tarde.
Bueno, sea como sea y aunque nadie se lo esperara, este es el tercer día de solazo y calor después de dos o tres semanas grises y lluviosas, que han hecho que me entren ganas de tener tanta variedad de paraguas como de calcetines.
Y además parece que la previsión sigue augurando bueno. Según mi teoría, este es justo el epicentro del desastre, y esta predicción debería ser más falsa que un billete de 34 euros, pero como es una teoría, la dejaré apartada y daré paso a mi optimismo.

Mi estado de ánimo tiene una característica: que tonto no es. Así que a la previsión meteorológica le añade, para llegar al Nirvana, que este fin de semana se celebra la Fête de la musique, que es un evento que fue creado en 1981 por Jack Lang, que pese a tener nombre de malo en una peli china, era ministro de cultura francés por aquel entonces; con el solo objetivo de poner la música al alcance de todo el mundo en general (todo el mundo de Francia, vamos).
En plan efemérides, tal día como hoy de 1982 coincidiendo con la noche más larga del año, las calles de las ciudades del país se llenaron de músicos de todos los estilos, tanto profesionales como aficionados. 26 años después se sigue con esto, y la mayoría (por no decir todos) de los conciertos se organizan al aire libre y son gratuitos. Nada mal, ¿verdad?
Y al parecer su éxito ha sido tal, que el concepto ha terminado por atravesar fronteras y se ha exportado a más de cien países en los cinco continentes.

Pues eso es lo que toca precisamente en Ginebra este fin de semana.
Estoy perdido porque acabo de mirar el programa, que viene en formato pdf y con más casillas que un Sudoku del 1 al 9999 (cada una con un grupo); así que parece que esto tiene buena pinta.
Para más inri, cierto amigo canadiense que toca mañana me propuso ayer en mitad de una jam session para dos si quería hacer de tap dancer durante un minuto en medio de una canción. Me lo pensaré, pero mis condiciones fueron salir vestido de irlandés blandiendo una hoja de trébol gigante. Pero por si acaso, ya me estoy poniendo las pilas.

Y esta es mi vida.

Buen rollito.

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