domingo, 27 de julio de 2008

bACk hOME


Madres. Esos seres casi indestructibles y con superpoderes que les posibilitan cometer hazañas como coger cosas incandescentes sin protección y sin quemarse o pelar gambas con solo mirarlas, necesitan también a veces pasar por el taller de reparaciones. Así que asumo momentáneamente el papel de hijo pródigo y vuelvo a ser malaguita después de muchos meses para cuidar de mis niñas. Sea como sea, está bien esto de volver a casa.

En el aeropuerto: me encuentro por segunda vez con alguien que por la conversación sostenida me hace pensar que es la primera vez que coge un avión. A ver, igual son cosas mías, pero digo yo que choca que un tipo con traje y maletín te pregunte, justo en el primer control (donde te piden la tarjeta de embarque y algún documento que acredite tu identidad para pasar a la zona de las puertas de embarque) si esa es la puerta para el avión que va a Bruselas. Coño, es la puerta para TODOS los aviones.
Me pasó algo parecido la última vez que vine aquí en Marzo con escala en la madrileña T4. Estando en una sala inmensa donde todo el mundo hacía cola (españoles por un sitio, europeos no españoles por otro, y resto de nacionalidades por otro) para entrar físicamente y legalmente en territorio nacional, una tía me pregunta:
"Perdone, ¿para Italia?" Así, tal cual. Para qué nos vamos a andar con rodeos... Y yo le contesto: "pues póngase mirando para Bilbao y tire para la derecha". He de decir en mi defensa que pensaba que se estaban quedando conmigo y que normalmente no doy ese tipo de respuestas. Cuando vi la cara de despiste de la mujer, me di cuenta de que los aeropuertos eran emplazamientos de la civilización todavía no explorados por ella.

El vuelo hacia aquí: con algún incidente más de lo normal para tratarse de Easyjet. Después de la mínima, gratuíta y habitual media hora de retraso, nos han hecho esperar otra media más porque:
  • el aire acondicionado no funcionaba. Y no veas cómo se nota cuando el avión va hasta las trancas;
  • había unas maletas en la bodega sin dueño, hecho que hace que la gente se inquiete un poco y todo el mundo empiece a desconfiar hasta de los Toblerones;
  • una vez que todos los pasajeros nos habíamos acomodado (por decir algo) en los asientos, una amable azafata ha dicho por el altavoz que el pasajero Carlos Ghabrous hiciera el favor de levantarse e ir a la cabina con la tarjeta de embarque . Ya me habían llamado antes en un aeropuerto por casi perder el avión, pero nunca dentro de un avión. La reacción es rápida e inevitable: la gente que te tiene en la visual te mira, y los que tienen que retorcer el cuello 180 grados para ver quién es el tipo con más pinta de terrorista del avión, también lo hace.
A todos estos minialtercados les ha seguido, una vez ya a tropecientos mil metros de altura, una minisiesta resultado de haberme levantado a las 5 de la mañana que me ha dejado el cuello peor de lo que lo tenía (volaré con almohada de ahora en adelante), y paisajes cambiantes que han ido desde el verde francés hasta el marrón amarillento de Castilla La Mancha, que ancha desde luego es, y por la ventanilla de un avión mucho más. Al final de todo esto estaba el azul del Mediterráneo, cuya visión tiene la propiedad de conseguir una sonrisa queda en mi cara. Tengo ganas de ir mañana lunes a la playa del Castillo desierta para volver a encontrarme con él.

Back home.

PD. Llevo años escuchando a los Wild Cherry, pero nunca me había dado por ver cómo eran físicamente. Ahora me entero de que son blancos. Por otro lado, ahora es cuando esta canción cobra sentido. Sobre el vídeo:
  • bastante cuestionable la indumentaria del teclista;
  • sin embargo, si alguien sabe de algún sitio donde vendan una chaqueta como la del cantante y guitarrista, que por favor me lo haga saber. Y no vale cubrir de papel de plata una que tengáis ya;
  • y lo mejor sin duda son los bailecitos de la sección de viento. Qué caña.

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